Estudio de la indumentaria de Manises
Por Rosa Espejo García
INTRODUCCIÓN
Algo tan efímero como un trozo de tela sobre un cuerpo humano puede ser digno de serios estudios partiendo en el análisis de que no es la parte física, sino la psíquica “el alma” del hombre, la que se viste.
Se aprecian en la indumentaria los mismos signos evolutivos y características que marcan o determinan el destino de un hombre, una época o la historia completa de un pueblo. Las dos últimas décadas del siglo XIX son particularmente conflictivas a nivel mundial, respecto a los cambios que origina el progreso material y las nuevas corrientes ideológicas. En las artes se traduce en una gran mezcla de estilos, de los cuales se impregna inevitablemente el vestuario.
Nuestra ciudad da clara muestra de esta vitalidad y entusiasmo por el progreso como bien refleja esta obra, pues teniendo en cuenta lo reciente que es el descubrimiento de la fotografía, los maniseros ya utilizan este medio para dejar constancia gráfica, no sólo de sus costumbres y oficios, sino también de la importancia de sus propias personas e indumentarias.
La difusión de las modas de un determinado país se dan como consecuencia de un periodo de prestigio político. Las modas viajan con los embajadores y soldados llegando a los lugares más recónditos. Inglaterra, Francia, Italia y España, durante el reinado de Felipe II -siglo XVI- han marcado la evolución del traje a través de la história, adaptándose unas u otras tendencias alternativamente según periodos. En los pueblos de España y ambientes rurales, por tradición politico-religiosa, desde el Medievo, se aprecia en los estudios realizados sobre el vestuario, una gran austeridad, recato o sencillez, con periodos concretos de corta duración; o sectores minoritarios en los que influyen factores de riqueza, dinamismo o atrevimiento. Las muestras de que disponemos en este periodo señalan claramente el panorama social manisero; riqueza y austeridad en el traje de las generaciones mayores, y sencillez y nuevo informalismo en los más jóvenes que se van influyendo de las nuevas tendencias realistas. Destaca el traje de trabajo, tanto para el hombre como para la mujer, que en esta época se incorpora de una forma activa al mundo laboral y cultural. El nuevo proletariado industrial desarrollará cambios sustanciales en las modas de los años siguientes.
DETALLES BÁSICOS ESTÉTICO-FORMALES MÁS SIGNIFICATIVOS
La tecnologia ha evolucionado muy rápidamente y la genial aparición de la máquina de coser en 1830, posibilita que ya se pueda confeccionar en serie, sobre todo ropa de trabajo y trajes de caballero; pues la ropa de vestir para la mujer se suele confeccionar todavía a medida.
MUJER.- Persiste en estilos de mediados de siglo, el modelo de falda muy amplia con gran “miriñaque o crinolina” estilo victoriano. El cabello se peina al medio y moño bajo. Los adornos en las faldas se hacen en horizontal para dar así sensación de cintura más estrecha. El “polisón” que apareció en la década anterior se sigue utilizando recargando los adornos en la parte trasera.
Los ornamentos consisten en: flores románticas, lorzas, dientes de lobo (puntrabajadas con la misma tela), volantes, encajes, etc. Empieza a utilizarse la camisa a estilo de las masculinas, pero con toda clase de adornos y lazadas.
El chal, mantón, echarpe, manteleta o cualquiera de sus variantes es la prenda de abrigo ya que la mujer hasta ahora, no mantenía gran actividad fuera del hogar. Esto es debido al excesivo peso que suponía una prenda que pudiera cubrir el gran volumen de las faldas.
Finalizando el siglo conviven todos los estilos, pero las faldas pierden amplitud y se van dejando de utilizar el corsé y el polisón. Se ensanchan exageradamente las mangas en la sisa hasta renacer las mangas “farol y jamón”, suelen ser largas, armonizando con los cuellos muy altos.
El traje de trabajo prácticamente es el mismo que utilizaban las campesinas del siglo XVI: camisa abierta en el delantero y falda muy larga con dos aberturas laterales, delantal con cinturilla rígida para marcar el talle y mantoncillos de lana en invierno. A finales de siglo se empieza a confeccionar en seda en las pequeñas poblaciones como prenda de vestir; se le acopla una chaquetilla cerrada de la misma tela y un pequeño volante en el cuello. De aquí parten los orígenes de nuestro “Traje de Manisera” que desde esta época sufre ya pequeñas variantes.
Las prendas más innovadoras al finalizar el periodo son: los primeros trajes satre para la mujer. Un pequeño intento de utilizar pantalones como prenda exterior en algunos deportes, y la generalización en el uso del “pantalón íntimo” que hasta ahora era poco frecuente.
El traje de trabajo prácticamente es el mismo que utilizaban las campesinas del siglo XVI: camisa abierta en el delantero y falda muy larga con dos aberturas laterales, delantal con cinturilla rígida para marcar el talle y mantoncillos de lana en invierno. A finales de siglo se empieza a confeccionar en seda en las pequeñas poblaciones como prenda de vestir; se le acopla una chaquetilla cerrada de la misma tela y un pequeño volante en el cuello. De aquí parten los orígenes de nuestro “Traje de Manisera” que desde esta época sufre ya pequeñas variantes.
Las prendas más innovadoras al finalizar el periodo son: los primeros trajes satre para la mujer. Un pequeño intento de utilizar pantalones como prenda exterior en algunos deportes, y la generalización en el uso del “pantalón íntimo” que hasta ahora era poco frecuente.
Sobre 1893, por influencia francesa y a causa de sus contactos políticos y alianzo rusa, las pieles empiezan a utilizarse como adorno exterior en el vestuario femenino; mientras que para el hombre sólo se utilizará como forro en los abrigos, pudiéndose ver únicamente en cuello y puños.
HOMBRE.- El traje masculino arrastra desde mediados del siglo XIX una esclerosis que sólo la disimulan las corbatas que se llevan de todo tipo; en un principio romántica de muselina blanca, hasta que se convierte en un biés de seda de color que adornará los cuellos almidonados, altos, de picos o doblados.
Desde 1830 el pantalón deja de ser ceñido y se sujeta con tirantes. Hasta 1895 no se planchará por primera vez la raya y los colores son tan lúgubres como sus formas, exceptuando algún príncipe de Gales; suelen ser negros o azul marino incluso los de las clases trabajadoras como indumentaria dominical. Los sombreros del momento son: chisteras, hongos, boinas, cannotiers y bombín; aparece la boina con visera como consecuencia de la adaptación con algún elemento que protegiera del sol a los soldados destacados en África. El traje de trabajo es tanto para campesinos como para cualquier otra profesión la blusa abierta en el delantero, de diferente largo y color, pantalones justos a rodilla ó de pana largos y muy anchos; la faja, también de anchos diferentes según edades o costitución. La faja de mayor amplitud utilizada fue la vasca. Finalizado el siglo, ya está totalmente definido el “traje de caballero”, que será clásico hasta nuestros días.
Compuesto por americana (chaqueta) corta con puntas redondeadas y pequeña solapa, abrochada muy alta y combinada con chaleco, camisa y pantalón de diferentes anchos.
Compuesto por americana (chaqueta) corta con puntas redondeadas y pequeña solapa, abrochada muy alta y combinada con chaleco, camisa y pantalón de diferentes anchos.
Los deportes empiezan a desarrollarse con gran auge y aceptación por parte de ambos sexos, lo que dará origen a nuevas formas de vestir.
NIÑOS.- Durante todo el siglo XIX, la ropa infantil fue un réplica de la ropa de los adultos, aunque algo más corta y como color generalizado, el blanco. Es en la última década del mismo siglo cuando surgen los mayores cambios; el largo se acorta considerablemente, llegando a descubrir la rodilla, completando la diferencia de tamaño con medias negras o calcetines cortos. Esta moda de “rodillas al aire” y ropa corta de color claro, será la más generalizada hasta mediados del siglo XX. Con diferentes estilos es la primera vez que se diferencian notablemente de sus mayores.
Las niñas suelen lucir sus pantalones íntimos asomando bajo las faldas. La época del neoclásico creó el equipo de bautizo de los bebés tal y como se continua utilizando hoy: talle alto, tejidos transparentes y vaporosos, con abundancia de lazos y puntillas; diríase que contemplamos el traje de cualquier mujer de aquella época. Para los trajes especiales de comunión o boda, el color blanco se empieza a utilizar desde principios de siglo XX. Anteriormente se había utilizado para estos trajes diferentes colores como el rojo y el verde. Sin embargo en esta época empieza a utilizarse el color blanco como símbolo de la inocencia o de la castidad.
Las niñas suelen lucir sus pantalones íntimos asomando bajo las faldas. La época del neoclásico creó el equipo de bautizo de los bebés tal y como se continua utilizando hoy: talle alto, tejidos transparentes y vaporosos, con abundancia de lazos y puntillas; diríase que contemplamos el traje de cualquier mujer de aquella época. Para los trajes especiales de comunión o boda, el color blanco se empieza a utilizar desde principios de siglo XX. Anteriormente se había utilizado para estos trajes diferentes colores como el rojo y el verde. Sin embargo en esta época empieza a utilizarse el color blanco como símbolo de la inocencia o de la castidad.